Cuenta Anthony Robbins, experto en desarrollo personal, que hace algunos años vivía en Estados Unidos un gran acróbata llamado Rail Wallenda. El tenía un grupo de acróbatas que durante años presentó su espectáculo con mucho éxito y sin considerar jamás la posibilidad de un fallo. El peligro de las caídas, sencillamente, no formaba parte de su esquemas mentales. Pero después de varios años, empezó a comentar con su mujer que se veía a sí mismo cayendo. Por primera vez empezaba a ofrecerse a sí mismo, habitualmente, la representación de una caída. Tres meses después de haberlo mencionado por primera vez, cayó y se mató.
Podríamos interpretar que el acróbata tuvo una premonición. Pero otra interpretación posible es que comunicó a su sistema nervioso una representación coherente , una señal, que le generó un comportamiento que derivó en tal desenlace.
Tal vez este es un cuento inventado para vendernos una idea, pero sin ir más lejos ( y me imagino que alguna vez tuvo usted alguna experiencia parecida) hace cosa de una semana alardeaba yo que nunca en mi vida había chocado un carro...¡y a los tres días choqué! ¿Mal de ojo? Supongo que lo más probable es que el pensamiento de seguridad que se me instaló a partir de esa percepción consciente, provocó mi descuido y el resto es historia.
El fenómeno del comportamiento humano siempre ha sido motivo de estudio y la visión más reciente da cuenta que los seres humanos somos una coherencia emoción lenguaje cuerpo, de cuya interacción surge nuestra respuesta frente a los estímulos que el medio (interno y externo) nos presenta. Acorde con este punto de vista, Robbins dice, graciosamente, que "si no siembra usted las semillas mentales y fisiológicas de lo que desee cosechar, automáticamente todo se llenará de malas hierbas"...¡porque lo que creemos, creamos!
En efecto, las creencias tienen el poder de crear nuestro mundo, porque actuamos automáticamente en función de ellas, que nos dictan conductas previamente aprendidas, delimitando los espacios de acción posibles. Como afirmó sabiamente el filósofo y ensayista americano Ralph Waldo Emerson, "el antepasado de todo acto es un pensamiento" y lo interesante es entender que todo pensamiento anida en nuestro cuerpo el que , de alguna manera, se alinea con él. Mente y fisiología parecieran ir de la mano y lo que ocurre en uno de los campos, determina lo que ocurrirá en el otro, en recíproca interacción.
Nadie ya duda de la forma en que nuestros pensamientos afectan a nuestro sentir físico, puesto que para sentirse mal o sentirse bien hay que adoptar una corporalidad que así lo exprese. ¿Ha observado usted alguna vez a una persona que se siente plenamente feliz, mirando hacia abajo, los hombros encogidos, la pupila pequeña y con una mirada vaga e indefinida? Imposible, porque el cuerpo en su totalidad habla...¡ y lo hace expresando lo que siente y piensa!
Mucha gente cree que su malestar es consecuencia de factores que escapan a su control, poniendo la culpa afuera y justificando de ese modo la queja. Y algo hay de cierto en eso, puesto que nuestros sentimientos están influenciados por eventos externos, por nuestra química corporal y por traumas y conflictos del pasado, pero no son estos factores lo que los crean, sino que nuestros pensamientos y actitudes son los que les dan vida.
Y para fundamentar este punto de vista, el Dr. David D. Burns, autor de Feeling Good, pone el siguiente ejemplo: Imagínese que usted es criticado por alguien que aprecia, ¿cómo se sentiría? Usted se sentirá culpable e inadecuado si usted se dice a sí mismo que no es bueno y que la falta es suya. Usted se sentirá ansioso y preocupado, si se dice a sí mismo que la otra persona lo está descalificando y está a punto de rechazarlo. Usted se sentirá enojado, si se dice a sí mismo que los demás están equivocados y no tienen derecho a decir esas cosas tan desagradables. Si usted tiene un buen sentido de autoestima, en cambio, puede sentir curiosidad por entender lo que la otra persona está pensando y sintiendo. En cada caso , usted reaccionará de acuerdo a lo que opine acerca de la crítica.
¿Y que enseña esta observación? Que los mensajes que usted se envía a sí mismo tienen un enorme impacto sobre sus emociones, las que luego condicionarán sus acciones. Y más importante aún, que a la inversa este mecanismo también funciona, de modo que cambiando sus pensamientos usted puede cambiar la manera en que siente y en consecuencia, la forma en que su cuerpo actúa.
Como sugiere Robbins, si nos enfocamos continuamente en todas las cosas malas de la vida, todo lo que no deseamos y todas las dificultades que podrían presentársenos, nos ponemos en un estado que fomenta cierta clase de comportamiento, que a su vez inducirá esos resultados.
Curiosamente, si conjugamos el verbo CREER y CREAR en primera persona, el resultado es el mismo : YO CREO.
¿Será casualidad? Tal vez no, porque es un hecho que nuestra forma de hacer transforma nuestra forma de ser. Ya lo dijo Heráclito...
Día a día, lo que eliges, lo que piensas y lo que haces es en quién te conviertes.
Lic. Clara Braghiroli,