LAS AUTÉNTICAS FUENTES DEL PLACER...

En el corazón mismo del epicureísmo, acampa la idea de que somos tan torpes a la hora de responder intuitivamente a la pregunta "¿qué me hará feliz?", como a "¿qué me hará estar sano?". La respuesta que primero nos viene a la cabeza tiene altas probabilidades de ser errónea. Nuestra alma no es más clara que nuestro cuerpo a la hora de explicar sus problemas y -rara vez- nuestros diagnósticos intuitivos resultan más atinados en el terreno anímico.
Un hombre se siente insatisfecho. Le cuesta levantarse por la mañana y está distraído y malhumorado con su familia. Intuitivamente, echa la culpa a la ocupación que ha elegido y comienza a buscar una alternativa, pese al elevado coste que ello acarrea. "Mañana mismo dejo la oficina. Renuncio."
Nuestro hombre decide rápidamente que sería feliz en el negocio del pescado, así que compra una red y un caro puesto en el mercado. Pese a todo, no cede su melancolía. Como dice el poeta epicúreo Lucrecio: "A menudo, somos como un hombre que, enfermo, no sabe la dolencia que padece".
Ante dolencias físicas, nos ponemos en manos de médicos, porque entienden más que nosotros de enfermedades. Por la misma razón, cuando nuestro espíritu está enfermo, deberíamos recurrir a personas que entiendan sobre ello...
Del club de la efectividad
0 comentarios